Sótanos propios

Sábado 21 de diciembre de 2024

Así, yendo desde afuera hacia adentro, de lo más superficial a lo más profundo, del ruido al silencio, de la explicación interminable al simple Sí o al No, de lo que me dijeron que debía ser o que era a lo que soy…

… así se da el proceso de crecimiento

El proceso que sana

el que abraza

el que impulsa

el que me lleva paso a paso allí donde deseo ser


Pero claro, en este movimiento de iluminar, ver y finalmente decidir qué sí y qué no, en este limpiar la casa que somos aparecen también zonas que se encuentran allá atrás, atrás y en lo oscuro.

Zonas de la infancia, sí, pero que están aquí y ahora, en la casa que soy hoy. Sótanos que quizá nunca abro, en los cuales nunca me meto, cuya luz nunca enciendo. Pero propios.

Sótanos que hablan también de mí, aunque yo nunca hable de ellos.

Escenas que no recuerdo (o que recuerdo pero no califico), situaciones exiliadas aunque sigan viviendo en mí, personas que ya no están aunque estén aquí conmigo, secretos que sabemos pero que no decimos, emociones que están ahí pero a las que nunca le doy voz.


Meterme en el sótano es también una parte del proceso de sanación, de crecimiento, de ser cada día un poco más el yo que ya soy.

Y por supuesto, para ello necesito un otro. Y quizá muchos. Alguien que me guíe, que me muestre el camino, que sea la luz del casco de minero que ilumine el paso próximo. Y también hermanos, pares que caminen conmigo (no que caminen lo que sólo yo puedo caminar, porque eso me corresponde sólo a mí, pero que estén ahí cerquita), que me esperen en la puerta cuando emerjo de la oscuridad que me habita, que sean red y me sostengan ante la caída. Que sean yo en ellos, sin ser yo.

El Otro.


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Lo sótanos también se iluminan.

Se limpian

Se ordenan

Se sanan

Y cada caja oscura que también me constituye se acomoda en un lugar de mi historia, de mi vida.

De mí.


Nunca del todo, nunca para siempre,

nunca sin sótano

pero habitado por mí