Lo (ya) recorrido

Sábado 5 de abril de 2025

El otro día dí la última clase del curso 24-25 en el posgrado de Interpretación de la Escola de Altos Estudos Musicais (EAEM), en Santiago de Compostela. Fue un bello momento, como suele pasar, porque además en la última clase cada alumno, con un promedio de edad de 23 o 24 años, da un "micro concierto" de aproximadamente 10 minutos en el que presentan el fragmento de una obra que han trabajado durante toda la cursada (tienen 8 clases conmigo) y comparten con los compañeros cómo fue su proceso a lo largo del año. Además, cada uno puede usar esos 10 o 12 minutos como lo deseen; entonces algunos traen fotos, otros algún cuadro que ilustre su sentir con la obra, otros cuentan algo personal, otros traen algún poema y se da algo bello que tiene que ver con la posibilidad que da la música de compartir(nos) con el otro.

Cuando terminó la clase me despedí de los alumnos (a la mayoría de los cuales seguramente nunca más veré) y me fui caminando por la extraordinariamente bella Santiago, recorriendo sus callejuelas del centro histórico y buscando un lugar para almorzar (en realidad tomar una caña con algo de pan y queso, como corresponde) y me puse a pensar cuánto hace que doy clases en la EAEM. 

Haciendo cuentas me di cuenta de que acababa de finalizar el 9no. año y, aprovechando el envión, me di cuenta también de que hace 6 que doy clases en el Katarina Gurska en Madrid y 8 que comenzamos con el equipo de Habitar(nos) y 9 con la Formación en Escenas Matrices y 15 que, de una u otra manera, tenemos la Formación en Interpretación Emocional y 27 que viví aquel año en Barcelona y, por supuesto, que mi hija está por cumplir 15… y que la vida.


Y que cuántas cosas hacemos en la vida. 

Cuántas cosas hacemos en la vida.

Y que, muchas veces, estamos tan metidos en lo que viene, lo que falta, lo que deseo, lo que proyecto, lo que no salió, que no nos damos cuenta todo lo que ya hicimos, todo lo recorrido, todo lo logrado, o lo intentado que es otra forma de haber sido. Y de ser.

Y me acordé del gran Viktor Frankl que decía que el pasado no es lo que se perdió sino lo que uno atesora, lo que uno ha hecho con su vida y con el tiempo vivido. Y que (pero esto lo pienso yo), mirar siempre el proyecto y lo que falta se parece demasiado a no poder descansar nunca y sentir que nunca alcanza.

Sentado en uno de mis lugarcitos de Santiago, con la caña fría bajo el solcito de la primavera algo de la mirada blanda, amplia y húmeda que nos proponía mi instructora de yoga apareció en mí y brindé por mis alumnos del EAEM, que tienen aún casi todo por delante.

Y por mí, que tengo ya un buen trecho del camino recorrido.