Honrar lo que rechazo

Sábado 7 de diciembre de 2024

Honrar

Honrar aquello de mí que rechazo de mí.

Ese es el desafío, ese es el salto.

Por supuesto que honrar no significa descargar aquello que rechazo en otro, transformarme en aquello que rechazo, dejar que aquello que rechazo domine mi vida.

No.

Honrar es algo mucho más complejo y que requiere una estructura tanto más adulta.

Honrar significa, primero, escuchar. No desde el juicio que tan fácil se nos aparece sino desde la ternura y el interés del que somos capaces ante aquello que verdaderamente amamos.

Y claro, entonces la pregunta de siempre ¿Pero cómo voy a honrar algo que me hace sentir mal, algo que me detiene, algo que no me gusta? ¿Cómo voy a honrar el enojo, el miedo, la tristeza, la vergüenza, la sensación de vacío y de pozo?

Porque es mío. Tan mío como aquello de mí que sí me gusta.

¿O sólo tiene derecho a estar en mí aquello que me gusta de mí?

¿No tiene también derecho a estar en mí aquello que no es como yo quiero?

¿O eso que no es como yo quiero merece mi rechazo? Y si lo rechazo ¿no me pareceré demasiado a mis padres cuando me rechazaban (quizá en aquello que hoy yo rechazo)?

¿No será mi rechazo al enojo (o al miedo o a la tristeza o…) lo que perpetúa ese mismo enojo (o miedo o tristeza o…)?

Abismarnos a escuchar(nos) en aquello de nosotros que no es como queremos. Escuchar sus verdades, sus profundidades inexploradas, sus razones.

Y, a medida que podemos escucharnos, intentar disponernos a sanar a aquella parte de nosotros atascada, atrapada, detenida en el tiempo sin tiempo de las escenas no sanadas.

Abrazar(nos) un poquito más en cada pliegue que se nos esconde. Que se nos esconde, quizá, porque nunca lo abrazamos.

Porque, quizá, algún día habrá que, finalmente, elegir:

El amor o la búsqueda exclusiva de perfección.

El abrazo o la espalda