Espejos que me nombran

Sábado 14 de diciembre de 2024

Es el otro

El Otro

Es el otro el que me ve allí donde no alcanzo a verme.

Allí donde mi mirada no llega, no encuentra.

Es el otro quien me nombra con nombres propios, sí, pero que no reconozco míos. Tan adherido aún estoy a como me nombraron.

Tan lindo, feo, bueno, malo, genio, tonto

Tan hijo de mis padres aún.

Porque eso hacen (hacemos) los padres. También los que pretendemos algo más de salud, aunque intentemos no hacerlo; o hacerlo menos.

Eso es lo que hacemos: Nombrar.

Y el nombre siempre permite identificar, sí, llamar a mi hijo, diferenciarlo de otros, encontrarlo más fácil cuando se pierde. Pero también limita, separa, amputa.

Y así, si he sido nombrado como lindo no puedo ser también feo, si he sido nombrado como inteligente no puedo ser también tonto, si he sido nombrado como fuerte no puedo ser también débil. Y me dirán "qué bien" porque ¿quién quiere ser feo, tonto, débil? Sí, pero entonces, si no puedo ser feo no puedo ser rechazado y no se qué hacer cuando no le gusto a alguien, si no puedo ser tonto no puedo no saber y tengo la obligación de saberlo todo, si no puedo ser débil tengo que hacerme cargo de lo mío y de lo de todos y no puedo decir que no… y así, se nos pasa la vida.

Limitados en nuestros pequeños nombres, que nos dan identidad y que nos dejan toda una parte de la vida afuera.

(Cansancio)


Sin embargo, la vida es generosa, nos pone frente a otros.

A Otros.

A otros que también nos nombran con nombres que nos son propios pero que no reconocemos como tal. Tan hijos de nuestros padres seguimos siendo.

Sin embargo, si podemos soportar (cuánto usamos este verbo en las Escenas Matrices) y quedarnos y no huir cuando el nombre que el otro me da (me devuelve) provoca en mí esa tensión tan casi insoportable (pero casi)… Si podemos quedarnos; quedarnos y escuchar, al menos un poco… al menos un poco…

Quizá el otro me descubre (me des-cubre) en una zona mía que no alcanzo a verme. Y entonces sí, quizá soy también algo tonto, algo feo, algo débil o, a la inversa, algo inteligente, algo lindo, algo fuerte… y entonces puedo aprender también (de a poco, claro) a permitirme ser, y a quererme al menos un poco allí donde no me han querido. Aprender a ser quien soy, que es siempre más amplio de cómo me han nombrado.

Aprender del otro, del Otro.

Aprender-me del Otro.

Siempre hacen falta dos espejos para verme la espalda, uno adelante y otro detrás.

Siempre es el otro (el Otro) el que me completa, el que me ve allí donde yo no me veo.

Es el otro (el Otro) el que me nombra allí donde no me han nombrado.

Son los Otros los que me cuentan de mí.

(Yo ¿podré escucharlo?)